Llegar al mundo no es tarea fácil. Imaginemos por un momento lo que debe ser, para la delicada sensibilidad de un recién nacido, la experiencia de sentir el mundo de manera nueva a través de los sentidos. El bebé no sabe a dónde ha llegado ni dónde está. Todo le impresiona. Sus nervios y sus sentidos están despiertos y alertas. Su cerebro recibe las primeras impresiones de un mundo que desconoce. La luz y los colores bailan a su alrededor.
El sonido de la voz materna, que reconoce porque la ha escuchado desde el vientre, lo tranquiliza. El latido del corazón de su madre, que también reconoce, lo hace sentir protegido. Los olores del cuerpo de su madre son acogedores y reconocibles.
Todas las sensaciones que el bebé siente en la piel y en las manos son nuevas también. Las caricias suaves, la tibieza del agua, la calidez de una tela, el aire fresco, pueden provocar una sensación de bienestar. Cada sonido, cada nueva voz que el bebé oye es un nuevo estímulo que irá aprendiendo a reconocer.
En resumen:
El bebé recién nacido debe ser alimentado con leche materna como único alimento. Ésta cubre todas las necesidades de hambre y sed del bebé.
La primera amamantada debe hacerse lo más pronto posible después del parto. Al principio el bebé se debe alimentar sólo cuando él lo desee. Luego, de acuerdo a la madre y el niño y respetando su ritmo natural, ésta se hará en horarios establecidos más o menos cada 2 ó 4 horas.
Cuando el bebé ha mamado es preciso sacarle los gases para que salga el aire que tragó al mamar. Para hacerlo, cargue al bebé con la cabeza bien apoyada y dele unas palmaditas en la espalda.
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