De los cuatro a los cinco años el niño quiere y necesita conversar, contar todo lo que le pasa, y lo que ve que sucede a su alrededor. Habla y fantasea verbalmente, le gusta inventar anécdotas e historias y suele exagerar y convertirse en el héroe de sus propios relatos. Tiene gran imaginación, y una gran capacidad para captar aspectos insólitos e inusuales de las personas y de la realidad que lo rodea.
Los movimientos del niño son cada vez más flexibles, ágiles y seguros y día a día maneja mejor su equilibrio. Es más reposado en sus juegos. En esta edad la mayoría de los niños ya no necesitan pañal ni en el día ni en la noche.
Aprende con gran rapidez a contar los números, le encanta la música y se aprende con facilidad las canciones. Le gusta dibujar y pasa de las rayas y garabatos a dibujos más completos con personajes y acciones.
Logra coordinar muchos movimientos de su cuerpo en forma simultánea, y puede, por ejemplo, saltar la cuerda con habilidad.
Le gusta discutir. Es conversador y preguntón. Ahora le interesa preguntar: ¿Cómo?
Tiene claras las diferencias sexuales. Tanto el niño como la niña asumen los comportamientos esperados para su sexo según lo observado en su ambiente social.
Los niños se dan cuenta ahora de que todo el mundo no les pertenece, sino que hay objetos que pertenecen a otras personas y que no pueden tocarlos o tenerlos.
Muestra preferencia por el uso de una de sus dos manos o pies. Si el niño es zurdo, déjelo libremente serlo.
Que le permitan, bajo la supervisión de un adulto, bañarse solo, lavarse los dientes y las manos y vestirse por completo sin ayuda. Que lo escuchen, tengan en cuenta sus opiniones y le respondan con gusto a sus preguntas y sus inquietudes.
Tiempo para jugar libremente con sus amigos, y espacios donde correr y saltar.
Ritmo en las actividades diarias y horarios establecidos para comer, dormir y jugar.
Normas de disciplina explicadas con claridad y amor, y tener responsabilidades acordes con su capacidad de comprensión y desarrollo.