Un niño debe crecer siendo amado. Todo lo que hagamos para que su vida afectiva, su salud y felicidad sean posibles lo hará una persona más humana, más equilibrada y completa, y con mayores posibilidades de ser un adulto capaz de relacionarse y enfrentarse al mundo en que vivimos.
Los padres y adultos que rodean el niño deben orientar y fomentar en su educación metas y valores que lo lleven a ser una buena persona.
Es el amor que nos tenemos a nosotros mismos; la capacidad de saber quiénes somos y qué queremos; y la confianza que vamos desarrollando en nosotros cuando enfrentamos nuevos retos.
Para fomentarla:
Es la independencia que logramos alcanzar, cuando aprendemos a controlarnos a nosotros mismos, y ya no dependemos de los demás. Una persona autónoma puede pensar y elegir por sí misma sin presiones.
Para fomentarla:
Es la capacidad que tenemos de poner a funcionar nuestra imaginación para inventar, observar, producir ideas y encontrar nuevas formas de hacer las cosas. La creatividad y la imaginación son la vida activa de la mente de un niño.
Para fomentarla:
Es la capacidad que tenemos de sentir las necesidades de otro ser humano, y de ponernos en su situación para poder apoyarlo. La solidaridad nos impulsa a entender y ayudar a los otros.
Para fomentarla:
Es el estado emocional que sentimos cuando estamos contentos y satisfechos con lo que somos, con lo que sentimos y con lo que hacemos.
Para fomentarla:
Es el bienestar que sentimos en nuestra mente y en nuestro cuerpo, y la capacidad que tenemos de mantenernos sanos y de evitar la enfermedad.
Para fomentarla: