Hay aspectos en la vida de un niño que deben tenerse en cuenta para su buena crianza:
El niño es afectuoso y amoroso por naturaleza. Responde de manera fácil y agradecida a toda manifestación de amor, y se expresa siempre de manera directa y confiada.
Un abrazo, una caricia, un mimo, una palabra amorosa, despiertan en el niño profundos sentimientos de afecto y de su interior brota, de manera instantánea e instintiva, el amor que siente por los demás. Esta capacidad de entregarse, de confiar, de sentir cariño y afecto sin ningún pudor genera en el niño, además de una gran satisfacción, seguridad y autoafirmación.
Los padres deben ser conscientes de la responsabilidad amorosa que tienen con el niño, pues el amor y el afecto que sientan por él, y las formas en que se lo expresen van a alimentar el amor y el afecto que él siente y expresa por los demás y por el mundo que lo rodea.
Es el deseo de saberlo todo, de entenderlo todo, de meterse donde no lo han llamado por el solo placer de conocer. Un niño es curioso por naturaleza porque su mente y su imaginación viven en permanente actividad.
Cuando un niño descubre un objeto quiere llevárselo a la boca para conocer su sabor y su textura, lo tira al suelo para ver cómo cae, quiere desbaratarlo para saber cómo funciona y trata de ensamblarlo con otros objetos para descubrir su forma y su tamaño.
Cuando crece, el niño va a preguntar por todo lo que le pase ante los ojos o por su imaginación, y querrá explorar la casa de al lado, el bosque vecino o cualquier otro lugar que haya atraído su curiosidad.
La curiosidad es la fuerza que mantiene despierta su imaginación y sus ganas de conocer. Un niño sin curiosidad y sin imaginación es como un pájaro sin alas.
Para un niño todo es juego. En el juego los niños descubren cómo es el mundo en que viven, aprenden a expresar sus sentimientos y necesidades, desarrollan su imaginación y fortalecen los vínculos con familiares y amigos.
Los niños tienen la capacidad de aprender jugando, porque el conocimiento y el aprendizaje están asociados, en su mente, al placer. El niño juega porque siente placer al jugar, y al jugar emplea todos sus sentidos, sus habilidades, su inteligencia, su imaginación, su memoria, su experiencia y su capacidad de pensar y analizar.
La mejor manera que tenemos de relacionarnos con un niño es jugando con él. Jugando, el niño aprenderá fácilmente todo lo que le queda difícil de aprender de otras maneras.
Un niño goza con cualquier cosa amable y rica que le sucede. Con el agua cuando se baña, con el viento que le acaricia la nuca, con ver caer hojas de un árbol, con una pelota que rueda, con el sonido de una palabra extraña y con millones de cosas más.
El niño no tiene necesidad de objetos complicados, ni de actividades muy especiales para ser feliz. Para el niño la felicidad proviene del hecho de estar vivo, conociendo y explorando el mundo que lo rodea.
Nadie tiene la capacidad de aprender que tiene un niño. Su mente recibe y guarda información de una manera absolutamente rápida y al mismo tiempo aprende a utilizarla para convertirla en conocimiento. En muy pocos años, el bebé recién nacido aprenderá a caminar, a hablar, a pensar, a comer, a conocer su entorno y a relacionarse con él.
La capacidad de aprendizaje es diferente en cada niño, y cada uno de ellos tiene conocimientos y facilidades diferentes a las de los demás. Hay niños que tienen grandes habilidades en todo lo relacionado con el lenguaje, hay otros que son especialmente sensibles a los colores y las formas, hay niños con una gran habilidad en sus manos, a unos les gusta moverse y a otros estar quietos. Si observamos qué es lo que aprende de manera más fácil un niño podremos ayudarlo a estimular sus mejores capacidades. Los niños aprenden más rápido que nosotros, son más rápidos y ágiles mentalmente que nosotros, y ojalá sus conocimientos sean, algún día, más amplios, diversos y sabios que los de nosotros.