Como las personas, las plantas que están bien nutridas son menos propensas a las enfermedades. Para tener un suelo fértil y duradero, y elevar su contenido de materia orgánica, es necesario tener en cuenta:
El área de cultivo se debe delimitar muy bien, preferiblemente sembrando cercas vivas conformadas por plantas que fijen nitrógeno en el suelo. Para esto son útiles las plantas leguminosas como el fríjol, la guama, el matarratón y demás plantas con frutos en forma de vaina. También sirven plantas aromáticas como la mejorana, la yerbabuena y el orégano, que atraen y repelen insectos.
Este cerco forma la primera línea de defensa del cultivo y debe tener por lo menos 60 centímetros de altura, pues cumple, además, con la función de proteger los cultivos del viento.
Los cultivos se deben ubicar en dirección al norte para garantizar que reciban la mayor cantidad de sol al día.
Para un cultivo sano y nutritivo es ideal tener, en primer lugar, un suelo vivo con una labranza o arado mínimo que no dañe su estructura. No se debe dar vuelta al suelo, pues en sus primeros centímetros están todos los microorganismos que ayudan a mantener la fertilidad.
Las eras de cultivo deben hacerse de una longitud de 1.20 a 1.40 metros para que estén al alcance de la mano y para aprovechar todo el espacio.
En las cabeceras de las eras, se deben sembrar plantas aromáticas y flores, que además de embellecer, aumentan la diversidad, atraen insectos benéficos que polinizan las plantas, mejoran el suelo y protegen los cultivos. Los insectos que más conviene atraer a la huerta son los polinizadores (mariposas, abejas y abejorros). Y las mariquitas, que se alimentan del pulgón.
Se deben sembrar plantas trampa como el tabaco, plantas atrayentes como la caléndula y plantas repelentes como la ruda.
Las fuentes de agua deben estar cerca para facilitar los riegos en épocas de sequía. Si los cultivos se riegan en las noches, la evaporación es menor, lo que asegura una buena hidratación de las plantas y un menor consumo de agua.
En la huerta nada se debe desperdiciar. Si hay muchas plantas de una especie se deben trasladar a otra parte, o se deben cortar y añadir a los diferentes abonos.
Es conveniente asignar un lugar cercano al cultivo para la preparación de los abonos (composteras, abonos verdes y purines). De esta manera se puede abonar con facilidad y rapidez.
El suelo se debe mantener protegido con coberturas de pasto, de hojas del bosque o con restos de las cosechas. Estas coberturas brindan muchos beneficios: conservan la humedad, al descomponerse se convierten en abono, evitan que las plantas se ensucien en épocas de lluvia, previenen la erosión, protegen la tierra de los rayos del sol, controlan el crecimiento de malezas, y alimentan y protegen a los microorganismos del suelo que descomponen y dejan disponibles los nutrientes.