Los que provienen de la casa y que se pueden transformar naturalmente, como cáscaras, comida sobrante, papel y madera.
Los que provienen de plantas y animales de la finca, como bagazo de caña, pulpa de café, vástagos de plátano, cañas, tusas de maíz, vainas de fríjol, chachafruto y otros residuos de cosecha, de rocería y de podas de los cultivos. En este grupo también está el estiércol de los animales domésticos: boñiga de res, gallinaza, porquinaza, conejaza, etc.
Otros residuos son las plantas acuáticas como el lirio acuático, la azolla anabaena, que es la unión de un alga y un helecho diminuto que prolifera en los estanques. O la carbonilla, que proviene del carbón mineral quemado, la ceniza de madera y el fango depositado en el fondo de los estanques piscícolas cuando se limpian.
¿Sabías que el peso del alimento que consumimos los seres vivos es igual al que sale en forma de estiércol? Cuando una vaca consume 30 kilos de pasto, la boñiga producida pesará también 30 kilos. Es decir, es una verdadera fábrica de abono orgánico que podemos devolver a la tierra.
Todos esos materiales deben volver a la tierra convertidos en abono para que el ciclo se renueve. El suelo vivo se encarga de transformar la materia orgánica para que las raíces de las plantas puedan asimilarlas.
Gran parte de la basura o desechos que producimos los seres humanos, como los restos de la cosecha o de la cocina, nos sirven como abono y son parte de la Materia Orgánica. Debemos favorecer su descomposición, como lo hace el bosque, y así obtener alimento para nuestro suelo y nuestros cultivos. Esto lo podemos hacer con una paca digestora. No interesa si lo que queremos descomponer es comida cocinada o cruda, o desechos de cosecha, lo más importante es que solo sea material orgánico. Esto significa que no se debe mezclar con plástico, vidrio, metal, ropa o juguetes; únicamente puede ir en la paca digestora material vegetal o animal, es decir, las mismas cosas que el suelo produjo.
Suficientes tablas de madera o palos de 1 metro de largo y lo más anchos posible para armar un cajón de 1 metro de ancho por 1,2 metros de alto.
Cuatro palos de 1,2 metros de alto para las esquinas del cajón.
Martillo y clavos (o pita o cabuya) para armar la estructura del cajón.
Palos pequeños y delgados para hacer una cuadrícula doble en la base del cajón.
Muchas hojas secas, suficientes para ir cubriendo los desechos.
Basura o material vegetal o desechos de cocina que van saliendo de la casa.
Ubique el cajón sobre el suelo, en un lugar plano con tierra o vegetación; nunca lo ponga sobre suelo duro, como cemento o piedras.
Haga una cuadrícula en el fondo del cajón con unos palos pequeños y deje media cuarta de distancia entre palo y palo.
Forme una especie de nido dentro del cajón con las hojas secas.
Ponga el material recolectado durante la semana bien esparcido, sin llegar a los bordes del cajón, y cúbralo bien con hojas secas por encima y 6 8 alrededor para que no quede nada expuesto ni visible. Luego pise firmemente las hojas secas de encima para comprimir y sacar la mayor cantidad de aire posible.
Repita este proceso cada semana, hasta llenar el cajón.
Después de una semana de haber llegado al borde superior del cajón, levántelo con cuidado hacia arriba para no desarmar el cubo que hay dentro. Este cubo se seguirá descomponiendo solo, durante los próximos tres o cuatro meses, y luego se podrá usar como abono para el suelo.
Ubique el cajón en otro lugar y repita el proceso anterior.
Tenga en cuenta la fecha de elaboración de cada cubo, para utilizarlo adecuadamente.
El tiempo que se demora en llenar el cajón dependerá de la cantidad de materia orgánica que se recoja cada semana.
La paca digestora, al estar compactada, evita la presencia de roedores, cucarachas y otros animales. Además se favorece un proceso de fermentación que descontamina cualquier residuo, no produce gases ni lixiviados y no se genera pudrición.
Use esta preparación como abono para las plantas o para preparar el terreno para la siembra luego de tres o cuatro meses de haber removido el cajón.
En el suelo de un bosque maduro es posible encontrar un gran tesoro, una de las 3 M que mencionábamos anteriormente (pág. 57), los Microorganismos, que son indispensables para mantener nuestro suelo vivo y en equilibrio. El proceso que explicaremos es útil para obtener microorganismos que luego podremos reproducir en nuestra finca. Esta recolección de microorganismos solo se debe hacer una vez al año, ya que de lo contrario acabaríamos con el suelo del bosque y este tardaría cientos de años en recuperarse.
Un costal con hojarasca del bosque
Salvado o cascarilla de arroz
3 kg de melaza
Agua
Pala
Caneca de 20 litros con tapa que cierre herméticamente
Ubique el bosque nativo más cercano a la finca.
Busque en varios lugares la hojarasca que está debajo de la primera capa, donde se puedan apreciar colores amarillos y blancos; solo recolecte las hojas y palos recubiertos. Esto se debe hacer en horas de la mañana, preferiblemente en tiempos húmedos.
Llene un costal y vuelva a cubrir el lugar para no dejar huecos.
En la finca, ponga la hojarasca sobre un suelo en tierra bien barrido o un suelo duro.
Diluya unos 3 kg de melaza en muy poca agua y combine todo con las manos para conseguir una mezcla homogénea.
Añada salvado, mezclando muy bien los ingredientes.
Para saber si la mezcla quedó bien proporcionada, sométala a la prueba del puño. Esta consiste en que al apretar un puñado de la mezcla, se forme un terrón del que no debe salir agua entre los dedos. Si al abrir la mano el terrón no se forma, se debe agregar más agua, o al contrario, si el terrón sí se forma, pero pasa agua entre los dedos al empuñarlo, se debe agregar más salvado.
Después de tener la mezcla lista, llene lentamente la caneca con la pala y compacte bien para sacar la mayor cantidad de aire posible, hasta llenar la caneca. Deje unos 10 cm libres antes de la tapa.
Cierre muy bien el recipiente y póngalo en un lugar al que no le dé directo el sol o la lluvia. Debe quedar sellado por treinta días. Si se abre, debe empezar de nuevo a contar treinta días.
A los tres días, la tapa debe estar inflada, como si fuera a explotar, pero no lo hará. Si la tapa no está inflada es porque no quedó bien cerrada y hay aire entrando o saliendo. Si esto sucede, abra el recipiente de nuevo y ciérrelo correctamente. Puede poner melaza, plástico o cinta en el borde de la tapa para que no entre ni salga aire. Luego de treinta días tendrá una cepa de microorganismos nativos de bosque, que puede empezar a reproducir para utilizarlos en el suelo o en diferentes preparaciones como el caldo de microorganismos y compostaje.
Al pasar los 30 días, vacíe completamente sobre el suelo el contenido de la caneca para mezclar de nuevo. Divídalo en dos morros de igual tamaño y añádale a cada uno 3 kg de melaza disuelta en agua. Vuelva a mezclar cada morro con salvado, hasta conseguir nuevamente la prueba del puño.
Meta cada morro, con la pala, lentamente en dos canecas distintas y compacte bien para sacar la mayor cantidad de aire posible hasta llenar el recipiente, a unos 10 cm antes de llegar a la tapa.
A partir de 30 días, esta preparación está lista para usarse en abonos, suelo o para repetir este proceso y así evitar tener que volver al bosque. Mientras las canecas permanezcan herméticamente selladas, los microorganismos seguirán funcionando hasta por dos años.
Para utilizar en el compost, mezcle un puñado de microorganismos por cada cinco palas de compost.
Se aplica para proteger, nutrir, vitalizar, controlar enfermedades y parásitos, al igual que para fortalecer los nuevos brotes de los árboles luego de las cosechas, y de esta manera prepararlos para las próximas. Es un excelente cicatrizante para después de las podas y para cuando el árbol ha perdido su corteza natural.
9 kg de arena fina
8 kg de arcilla o barro disuelto en agua
10 kg de estiércol de vaca fresco
Agua lluvia o de nacimiento hasta formar una pasta
1 kg de cenizas de madera
1 kg de almidón o harina
3 kg de compost
3 kg de cristales de penca sábila
1 litro de leche o suero sin sal
200 gramos de cáscaras de huevo finamente molidas
2 litros de infusión de plantas medicinales de la región (por ejemplo, milenrama, ortiga, romero o cola de caballo).
En una carretilla, o sobre el suelo firme, mezcle todos los ingredientes manualmente, agregando agua hasta lograr una consistencia pastosa y homogénea, que se pueda aplicar en el tronco del árbol con las manos o con brocha gruesa. La pasta preparada se puede guardar hasta por cuatro semanas en un sitio fresco y a la sombra.
Cada vez que la vuelva a utilizar, debe revolver nuevamente y añadir agua si es necesario.
La compostera funciona como un ser vivo más de la finca, por lo que debemos brindarle las condiciones necesarias para que funcione bien.
Cómo se hace:
Se debe dividir en tres compartimientos en forma de escalera, cada uno de 1 metro por 1 metro de ancho. El primer compartimiento debe tener una altura de 1 metro, el segundo de 80 cm y el tercero de 60 cm. Las divisiones laterales entre los tres cajones deben ser removibles, para poder pasar el material de un cajón a otro con facilidad.
Es clave ponerle un techo a la compostera para que no reciba agua de lluvia que lave los nutrientes. No hay que ubicarla en un lugar que se encharque para evitar que el material se pudra.
Esta compostera se ubica directamente sobre la tierra para permitir que las lombrices y otros seres puedan viajar fácilmente por los tres cajones, buscando el alimento disponible.
De todo el material que entra al primer cajón, solo el 30 % saldrá en forma de abono. Por tal motivo, los cajones son cada vez más pequeños, ya que el material se va secando con el paso del tiempo.
Cómo se usa:
Llene el primer cajón, intercalando capas de material verde y de material seco.
Material verde. Desechos de cocina, sobras de mesa, cáscaras de frutas y vegetales, frutas en descomposición, residuos verdes de cosecha, vainas de leguminosas, etc. Estos materiales son ricos en humedad, proteínas y materia orgánica.
Material seco. Papel, servilletas, cartón picado, hojarasca seca, canastas de huevos, grama motilada seca, etc. Estos materiales aportan fibras, carbohidratos y minerales. No utilice plástico, vidrio o metal.
Cuando el primer cajón se llene, pase la mezcla al segundo cajón y comience a llenar de nuevo el primer cajón. Cuando este se vuelva a llenar, pase la mezcla del segundo al tercer cajón, y el contenido del primero al segundo cajón.
El contenido del tercer cajón estará listo para abonar las eras o reabonar los cultivos. Los tiempos dependen de la cantidad de materia orgánica que le pongamos a la compostera.
El compost es un abono casero de color oscuro y olor agradable que se obtiene de la descomposición de la materia orgánica sobrante de los huertos-finca (restos de la cocina, restos de cosechas, podas, estiércol animal, cenizas), que al descomponerse forma elementos nutritivos para las plantas.
Preparación
La preparación de un compost se hace por capas:
En la primera capa, que está en contacto con el suelo, ponga ramas grandes de los árboles para permitir la circulación del aire.
Añada una delgada capa de estiércol fresco, no muy húmedo, que puede mezclarse con agua, gallinaza y melaza, si dispone de ella. Esta capa se puede cubrir con ceniza de madera de árboles.
Encima ponga la capa de restos de cosecha, podas de cultivos y todo el material vegetal sobrante de la finca. Ponga este material en capas delgadas de aproximadamente 10 centímetros de grosor.
La compostera sirve para transformar en abono los residuos de origen vegetal crudos y cáscaras de huevo. Es un espacio semejante a un corral de guadua, aunque también se puede hacer con bloques de ladrillo o malla metálica de gallinero.
Para prepararlo se necesitan tierra cernida, de la mejor que se tenga en la finca, y 3 tubos de guadua de 1.20 metros sin tabiques internos y con huecos en los canutos para que circule el aire y salgan los gases.
Procedimiento
Cercar un terreno de 1 x 1 x 3 metros y clavar las guaduas perforadas cada 70 centímetros y a 50 cm del borde.
Acumular capas de rastrojo picado, boñiga fresca de res, pulpa de café, ceniza espolvoreada y una capa delgada de tierra cernida hasta formar una pila de 1 metro de altura. Cubrir con hojas de plátano o de yarumo.
Mantener la pila húmeda sin encharcamiento.
Voltear con pala la mezcla cada dos semanas.
En tres meses estará listo el abono. Antes de aplicar alrededor de las plantas, deje que las gallinas limpien de bichos el abono.
Es el abono producido en el suelo del bosque, donde la naturaleza tiene los elementos para transformar el material vegetal sobrante en la finca.
Ingredientes
1 costal con material del suelo del bosque.
1 costal de restos vegetales de la finca.
2 arrobas de hojarasca seca triturada.
1 kilo de harina de maíz, de cebada o de arroz.
3 palos de 2 metros de largo, y 3 de 1.20 metros de largo
Agua limpia.
Procedimiento
Seleccionar un espacio plano dentro de un bosque nativo. No sirven los bosques de pinos o de eucaliptos, pues sus árboles segregan sustancias que impiden la rápida descomposición de la materia orgánica.
Enterrar los palos formando un triángulo de 1 metro de lado y poner en su interior capas sucesivas de hojarasca, material descompuesto del bosque y restos vegetales. Espolvorear harina por encima y humedecer.
Poner los palos de 1.20 metros de manera horizontal dentro del triángulo, con una de las puntas fuera del montón para poder mover el abono.
Acumular capas hasta lograr 1.70 metros de altura y luego cubrir con tierra y ramas y mantener húmedo.